
cree que actuó de mala fe y los italianos están convencidos de que ingleses y alemanes forman una mafia en contra de sus intereses; los ingleses, por su parte, creen que los italianos están exaltados y que ven sombras y conspiraciones en todas partes.
En esto de la corrupción deportiva cuesta mucho tirar la primera piedra, porque a todos nos puede caer en la cabeza. Pero hay piedras más certeras que otras.
A simple vista, el escándalo más grave en la historia del automovilismo deportivo, el “espionaje” del que fue víctima Ferrari, se está cerrando en una forma que parece una burla a la justicia natural.
El reconoció, el jueves pasado, que McLaren/Mercedes tenía documentación confidencial de Ferrari, pero se abstuvo de castigar al equipo inglés, con el argumento de que no estaba probado el uso de esa información en su propio beneficio.
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¿Qué hacer con el ciclismo? ¿ e irse a casa? ¿Prohibir a los ciclistas la participación en los Juegos Olímpicos? ¿Legalizar el dopaje? ¿O creer que, pese a todo, aún es posible deporte y ciclismo en el mismo organismo, pobre cuerpecito dolorido y maltratado de víctima y victimario al mismo tiempo?
Esta es la pregunta que muchos se hacen, año tras año en este mes maldito y glorioso al mismo tiempo, que siempre nos da ejemplos de héroes y bandidos, y de cómo los héroes se convierten en bandidos en cuestión de horas.
Por un lado están los que prefieren bajar los brazos y burlarse, imaginando una información periodística de este tipo: “Ningún ciclista dio positivo por dopaje en la etapa de ayer; las autoridades han ordenado nuevas muestras de orina y sangre, para despejar las sospechas de que la corrupción también ha llegado a los encargados de detectar la corrupción”.
Por el otro están los que e insisten en defender a un deporte maravilloso, al alcance de todos los sectores sociales (como pocos en el mundo moderno), capaz de dar un espectáculo incomparable, al aire libre, con participación popular, a lo largo y ancho de países enteros.
¿De qué persuasión es usted, estimado lector?
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Un fin de semana muy instructivo, con múltiples ejemplos de cómo se debe y también no se debe reaccionar ante la adversidad.
Los casos más notables fueron de dos deportistas españoles de primera fila.
demostró por qué es campeón, con una demoledora arremetida en el tramo final del Gran Premio de F1 de Europa, mientras que demostró por qué no ha ganado todavía un major de golf, con un cierre decepcionante en el Abierto Británico, que debió ser suyo.
Ambos son deportistas excepcionales, con aptitudes semejantes para deportes muy diferentes, pero hay una diferencia importante: sus respectivas reacciones ante el “ahogo” en el momento decisivo, cuando el corazón y el reloj se aceleran y marchan en dirección contraria al cerebro.
Hace unos meses decíamos que Fernando Alonso daba una impresión de tipo duro: “tiene mentalidad de pistolero, de esos que llegan al pueblo al anochecer, bajo un aguacero, y en la segunda escena ya han matado a un extra y están acodados al mostrador, tomando whisky en un vaso enano.”
Ayer, bajo otro aguacero, Alonso esperó hasta la última escena para liquidar a su rival brasileño, Felipe Massa, cuando éste ya creía suyo el Gran Premio.
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Hay deportes que tienen credibilidad y otros en los que casi nadie cree, aunque sean muy populares.
En DZíپ, ya sabemos, la credibilidad de las personas no guarda una relación directa con su integridad. Muchos bandidos son muy populares, mientras que gente de conducta intachable fracasa en las urnas.
El positivo por testosterona del alemán Sinkewitz, del equipo T-Mobile (en un control del 8 de junio), ha desencadenado la decisión de dos cadenas de la televisión alemana de suspender la transmisión del
Esta reacción es vista por algunos como desproporcionada, mientras que otros creen que medidas como ésta son las que realmente pondrán fin a la corrupción en un deporte que se sostiene a través de la publicidad de sus patrocinadores en la televisión.
En realidad, lo de Sinkewitz es un escandalito de poca monta; el verdadero escándalo, el gordo, es el que afecta a , pero este deporte goza de tanta credibilidad, en comparación con el ciclismo, que mucha gente le resta importancia.
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Vimos en un bar de Majadahonda, en Madrid. Televisor vetusto, sin sonido, mala imagen, con la única compensación del ingenio y buen humor del encargado, un argentino del interior que ante el resultado se encogió de hombros y lanzó, a modo de consuelo: “Estamos sanos, ¿no? Todo bien, entonces. A casita y a soñar con los angelitos.”
El problema es que los argentinos, en úٲDZ, no pueden irse a casita a soñar con los angelitos después de perder 3 a 0 ante Brasil. Ahora están con los ojos bien abiertos, pensando en lo ocurrido, sufriendo por partida triple: por haber perdido, porque el vencedor ha sido Brasil y porque esta vez Brasil ganó como solía ganar Argentina, con más garra que jogo bonito.
Perder ante cualquier equipo es malo, pero perder ante el rival clásico es terrible. El balance de las emociones, en úٲDZ, tiene un aliento histórico.
Argentina puede perder con Nepal, por ejemplo, y ya es malo, pero ante Brasil es peor, porque importa en todos los niveles. Ya no es solo úٲDZ.
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. El hombre del momento es Messi. Y no sólo por , que ya es mucho, sino por lo que puede llegar a ser.
Ronaldinho, Kaká, Riquelme, Rooney, Robinho, Cristiano Ronaldo, Tévez, los otros grandes no mejorarán mucho, están en su plenitud. Messi es el único jugador en actividad que ya es grande y al mismo tiempo da la impresión de que será mucho más.
Caramba, si todos, hasta curtidos comentaristas ingleses, normalmente cínicos cuando de argentinos se trata, se tirarían de la tribuna como la para saludarlo.
Lo vimos en el estadio Emirates, en Londres, hace unos meses, cuando Brasil le ganó un amistoso a la Argentina: los jugadores brasileños buscaban a Messi para saludarlo, para conocerlo. Y en la transmisión del partido Argentina 3-0 México, el comentarista inglés de Sky decía: “nos pone una sonrisa en la cara a todos, público, periodistas, los otros jugadores”.
¿Cuál es el secreto de la magia de Lionel Messi?
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Este ha sido un fin de semana muy intenso para los aficionados, en particular los de poltrona y almohadón: en Venezuela, , , en Inglaterra, en Canadá.
¡Qué festín! Como uno de aquellos banquetes chinos con centenares de platillos, entre ellos el nido con pájaro, plumas, inmundicias y todo.
(Aunque la única inmundicia ha sido el escándalo del espionaje en la F1.)
El televisor humeaba esta madrugada, cuando lo apagué, tras ver las goleadas de México a Paraguay y Argentina a Perú. Y antes me había tragado primero la carrera que ganó Raikkonen y luego la apoteosis de Federer, con saltos frecuentes a la primera etapa del Tour.
Todo eso el domingo, sin contar las peripecias del sábado. Y, para felicidad de los aficionados en Inglaterra, ¡no llovió! O apenas.
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El otro día quedé mal con mi hijo ante sus amigos. Me habían preguntado cuál era la camiseta del seleccionado de . ¿Azul, roja, blanca, a rayitas, banda cruzada, estrellitas? Pensé en todas las combinaciones y me di por vencido. “Veremos en Internet”, dije.
Pero ni así. Lo cierto es que nadie, ni siquiera los estadounidenses más fanáticos, tienen la menor idea de cuál es la camiseta de su país.
La razón es simple: esa camiseta no existe, o mejor dicho, existen tantas que ninguna vale como “camiseta nacional”. Los diseñadores ofrecen una nueva para cada torneo, que por supuesto no cuaja, ya que apenas es una combinación arbitraria, sin conexión con el alma de los aficionados.
Memo para los dirigentes de EE.UU: sin camiseta, no habrá úٲDZ nacional.
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En Inglaterra , claro. La historia no presenta otros ejemplos de un piloto que haya debutado en la Fórmula 1 con tantos podios y tantas posibilidades de en su primer año en la categoría*.
Hamilton llegará a la , convertido en el gran héroe deportivo que ansía el público británico. Pero la propaganda (alimentada por publicistas y periodistas blancos) también lo presenta como el abanderado de su raza en un deporte “blanco”, de modo que a todos nos vendría muy bien saber qué piensan los negros sobre su nuevo campeón.
Esto viene a cuento porque se dice que Hamilton puede ser para el automovilismo lo que Mohamad Ali fue para el boxeo, Tiger Woods para el golf y Arthur Ashe para el tenis.
Esta comparación suena superficial, porque es bien sabido que la comunidad negra suele desconfiar de los negros que son muy populares entre los blancos. Y muchas veces los repudia, como es .
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