Trabajar en Cuba expone a los periodistas a recibir gran variedad de amenazas, advertencias e insultos provenientes de los extremos del abanico polÃtico cubano. Es verdad que son una Ãnfima minorÃa pero forman tremenda bulla.
Lo último que llegó a este blog fue una advertencia legal, un lector me amenaza con que puedo ser enviado a prisión por haber "confesado" que compré algunas latas de leche en Santa Clara y las trasladé después a mi casa en La Habana.
Me picó la curiosidad y consulté el asunto con un amigo abogado. Me explicó que la ley lo contempla pero agregó que si se plantearan aplicarla con ese rigor, tendrÃan que mandar a la cárcel a millones de cubanos que la violan diariamente.
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No he encontrado ningún economista que me explique por qué en las tiendas de divisas de Cuba no hay espuma o gel de afeitar, por qué se desapareció le pasta de dientes o por qué el papel higiénico aparece y se pierde como en un acto de magia.
Tengo que conseguir una respuesta rápida porque, como dicen los cubanos, "lo que me queda son dos afeitadas", pero no porque me vaya a morir, me boten del trabajo o estén por expulsarme del paÃs, sino porque ya casi no me queda espuma.
He recorrido todas las tiendas de La Habana y Matanzas sin éxito y sin que nadie me responda dónde puedo encontrarla o cuándo va a reaparecer. De todas formas el recorrido no fue inútil, mi esposa encontró su tinte de pelo y una crema dental que nos costó US$5.
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Estaba esperando para ver a un amigo ingresado en el hospital de mi barrio, en La Habana, cuando dos médicos se pusieron a conversar junto a mÃ. Hablaban sobre los trámites que estaba haciendo uno de ellos para viajar al exterior, al parecer a pasar un curso.
Como estaba momentáneamente aburrido y soy permanentemente chismoso, me puse a oÃr la conversación que empezó con la simple pregunta de "¿como va lo de tu viaje?" y terminó con un largo recorrido por el aparato digestivo de la burocracia.
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Hace pocos dÃas recorrà toda la VÃa Blanca rumbo a la ciudad de Matanzas, para bucear en unos arrecifes maravillosos que hay muy cerca de la costa y que se han convertido para mà en una forma de desconectar de la presión del trabajo.
Saliendo de La Habana veo las garitas de la unidad militar donde los guerrilleros latinoamericanos se entrenaban en los 70. Creo que fue en su campo de tiro que se hizo fotos el ex canciller mexicano Jorge Castañeda, en sus años de teórico rebelde.
Entro en un barrio cercano y pregunto a un anciano. Me dice que eso es ahora "una escuela de policÃas o algo asÃ" y me confirma que hace muchos años que dejaron de llegar las "guaguas" cargadas de misteriosos jóvenes extranjeros.
Sin duda no estoy revelando ningún secreto. Ya el propio Fidel Castro confirmó en su momento que habÃa apoyado a todos los movimientos revolucionarios de América Latina, con la única excepción de México.
Cuba se convirtió en la retaguardia de todas las guerrillas, aquà se entrenaban sus combatientes, se atendÃan a sus heridos, estudiaban sus cuadros, descansaban algunos de los dirigentes y viven aun muchos de los lisiados de guerra.
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