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Fernando Ravsberg, Corresponsal de la ÃÛÑ¿´«Ã½ en Cuba

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Después que les cerraran el único local de rock de la ciudad, cientos de jóvenes se juntan los fines de semana en el parque de G y 23.

Hace pocos días nos encontramos con un grupo de amigos en el parque de las calles 23 esquina G, en el Vedado. La idea era compartir un rato en un lugar donde no hubiera que gastar porque algunos de los presentes no disponen de divisas.

Nos juntamos unas 15 personas a conversar, hacer bromas y tratar de pasar una noche de viernes lo más divertida posible. Apenas nos concentramos, llegó un policía de los que se mueven por el lugar.

Nos recitó todas las multas que nos puede poner por pisar "el céspedes" y por sentarnos en el muro. Rápidamente una de las chicas inventó que estábamos festejando una graduación, lo que pareció tranquilizar al policía.

Sin embargo, siguió con su arduo trabajo: pedirle los documentos a todos los adolescentes "rockeros" que se concentran en las inmediaciones los fines de semana por la noche para conversar.

Vi incluso como se llevaban detenido a un joven de unos 16 años por no tener documentos encima. Aunque no ofreció la menor resistencia, debía ser muy peligroso porque lo esposaron entre dos policías y lo metieron en un carro patrullero.

El tema me interesó y decidí ir una noche al lugar para mirar y conversar con estos chicos y chicas vestidos de negro, con cabellos largos, aretes, piercings en la cara y tatuajes en diferentes partes del cuerpo.

Asedio policial

El hostigamiento policial es constante, decenas de policias se dedican a "custodiar" a estos jóvenes.

Cuando llegué me los encontré reunidos en grupos pequeños, charlando tranquilamente sobre las bandas de rock del momento, intercambiando la poca información que llega al país.

No habían pasado ni diez minutos cuando llegaron varios policías y un carro patrulla. Los agentes se dispersaron hacia cada uno de los grupos de rockeros. Tuve que acercarme para poder oír lo que decían.

"Muévanse de aquí, retírense del lugar", repiten los policías y por toda explicación agregan que "no puede haber concentración de gente aquí". El que no entiende el mensaje duerme en la estación de policía.

Me parecía estar viendo una comedia, los chicos se iban y se reunían todos un par de cuadras más abajo. Entonces volvía la policía, los dispersaba otra vez y ellos se juntaban de nuevo un poco más lejos.

Los policías quisieron impedir que hiciera fotos. Yo aproveché el contacto para preguntarle a uno de ellos porque hostigaban tanto a estos muchachos: "Es que fuman drogas, forman escándalos y han roto varios bancos del lugar", me respondió.

Al parecer el único rockero que puede estar sentado en un parque sin que la policía le pida documentos es John Lennon y eso porque se trata de una estatua que además quedó santificada cuando la inauguró Fidel Castro.

La misma historia

En los años 70 la reacción contra el pop y el rock en Cuba fue tal que incluso los Beatles estuvieron prohibidos. Su música no se emitía por los medios de difusión masiva y oírlos en casa era síntoma de "desviaciones ideológicas".

John Lennnon es el único rockero que puede sentarse tranquilamente en un parque sin que la policía lo moleste.

Con los años se flexibilizó un poco la postura y los rockeros se concentraron en "El patio de María", un centro cultural -cercano a la Plaza de la Revolución- que se convirtió en su coto privado gracias a María, su directora.

Yo asistí a varios conciertos en los que "El Patio" se llenaba de jóvenes que cabeceaban al compás de la música dejando sueltos sus largos cabellos o saltaban todos juntos en un éxtasis de amor por el rock.

Uno de los argumentos esgrimidos para quitarles el local fue que se fumaba marihuana, lo cual podría ser cierto pero yo he visto consumir cocaína en centros nocturnos donde se baila salsa y no los han cerrado.

Lo que sí han logrado con esa medida es que los chicos se queden desamparados, reuniéndose en las calles y más marginados que nunca en un país que no los entiende y les desconfía porque oyen otra música y visten diferente.

Muchos de los antiguos rockeros están hoy en el poder, entre ellos el Ministro de Cultura Abel Prieto. En una ocasión, Eusebio Leal, el Historiador de La Habana, me dijo: "no solo viví aquella época sino que la padecí".

Sé que en muchos de estos cincuentones la memoria aun está viva, todavía recuerdan la intolerancia cultural durante su propia adolescencia. Es por eso que resulta más incomprensible que nadie levante un dedo para evitar que se repita la misma historia.
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